Narcocorridos y videojuegos: entre la narrativa cultural y la violencia estructural
Cultura

Narcocorridos y videojuegos: entre la narrativa cultural y la violencia estructural

Por: Blanca Rosa Alvarez Valencia
Zamora/La Piedad
Fecha: 21-11-2025

Fede Pérez García, psicólogo por la UNAM, maestro en Estudios Políticos y Sociales y estudiante de doctorado en Psicología Social en la UNAM-Iztapalapa, reflexiona sobre el debate en torno a los narcocorridos y los videojuegos. Para él, estos productos culturales no pueden considerarse causas directas de la violencia, pues su efecto depende de factores sociales y personales más amplios: desigualdad, procesos de socialización, acceso a oportunidades, vínculos comunitarios y sentidos identitarios.
Más que verlos como detonantes automáticos de conductas violentas, Pérez propone analizarlos como narrativas que expresan realidades sociales. La violencia, explica, no es una decisión individual aislada, sino un fenómeno situado en contextos históricos, sociales y culturales. En este sentido, también el sistema político, económico y social del país es responsable de las condiciones que producen violencia. Sin embargo, con frecuencia se recurre a narcocorridos y videojuegos como "chivos expiatorios" para justificarla, desviando la atención de las causas estructurales.
Las prohibiciones o impuestos sobre estos contenidos responden más a discursos moralistas que a soluciones efectivas, pues generan estereotipos y desvían la mirada de problemas como pobreza, desigualdad e impunidad. El especialista subraya que primero existe un contexto violento y luego surgen las narrativas culturales que lo expresan, ya sea en la música, la vestimenta o los videojuegos. Culpar a estos productos implica restar importancia a los factores que realmente sostienen la violencia.
Asimismo, advierte que se tiende a responsabilizar a los jóvenes por el consumo de estos contenidos, olvidando el papel de los adultos en el acompañamiento y la educación crítica. El consumo cultural requiere procesos de regulación emocional y reflexión, aspectos que muchas veces no se enseñan ni se supervisan. Cada persona interpreta un mismo contenido de manera distinta según su contexto, lo que evidencia la necesidad de analizar por qué ciertos mensajes hacen "clic" en determinados grupos.
Pérez enfatiza que la violencia ya forma parte de la rutina social y mediática, y no surge de manera automática por una canción o un videojuego. Por ello, invita a desplazar el debate de la culpabilización hacia la comprensión de las condiciones estructurales que sostienen la violencia. Finalmente, plantea que los consumidores deben tener agencia y capacidad crítica para cuestionar lo que escuchan y juegan, en lugar de ser objeto de discursos moralizantes que poco contribuyen a transformar la realidad.


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