En México el feminismo ha logrado un cambio fundamental social a lo largo de la historia. En la actualidad, este movimiento sigue ganando fuerza, logrando ser una de las principales expresiones de resistencia y exigencia de justicia en un país, expresiones que son respetadas pero en ocasiones no aceptadas.
Las marchas han llegado a extremos en donde algunos sectores de la población están en desacuerdo con las acciones que se generan en las concentraciones, como lo son las pintas, el destrozo de comercios, saqueos y el uso de la memoria de mujeres asesinadas para generar disturbios afectando a terceros. Aunque para muchas es una forma de visibilizar la violencia de género.
La rebelión femenina inició en el siglo XIX, con personajes como Sor Juana Inés de la Cruz, quien pese al patriarcado, exigió el derecho al conocimiento. En el siglo XX, con la conquista del derecho al voto en 1953, el feminismo adquirió un importante avance en la política.
México es considerado uno de los países con mayor número de feminicidios en América Latina.
Pese a la violencia física, la resistencia cultural y política arraigada en valores machistas, en donde las feministas son frecuentemente estigmatizadas y criminalizadas por sectores conservadores, ellas no se dan por vencidas.
La erradicación de la violencia de género, la desigualdad económica y la implementación de políticas públicas con perspectiva de género siguen siendo demandas centrales del movimiento, aunque en muchas ocasiones se desvíe el origen de la lucha.