Los sismos son fenómenos naturales que pueden ocurrir en cualquier momento sin previo aviso.
México, por su ubicación geográfica, es un país especialmente expuesto a este tipo de movimientos telúricos, por lo que la prevención y la preparación no deben tomarse a la ligera.
Aunque no es posible evitar un sismo, sí se pueden reducir los riesgos y proteger la vida con acciones prácticas que comienzan mucho antes de que la tierra se mueva.
La clave está en pensar en la seguridad como un proceso que involucra tres etapas: antes, durante y después.
Cada una requiere medidas específicas que, en conjunto, permiten estar mejor preparados en casa, en la escuela o en el trabajo. Desde contar con una mochila de emergencia hasta identificar zonas seguras o participar en simulacros, estas acciones ayudan a reaccionar de forma más organizada y efectiva frente a una emergencia.
Antes del sismo: preparación y prevención
De acuerdo con la Secretaría de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil de la Ciudad de México (SGIRPC), una de las primeras medidas para reducir riesgos en el hogar es fijar los muebles altos y pesados a las paredes.
Los objetos voluminosos deben colocarse en los estantes inferiores, mientras que los gabinetes conviene cerrarlos con seguros para evitar que su contenido caiga y cause lesiones.
También resulta fundamental preparar una mochila de emergencia o "maleta de vida". Según la Guía para saber qué hacer en caso de sismo, debe incluir documentos importantes en copias o memoria USB, agua potable, alimentos no perecederos, linterna, radio a pilas, botiquín de primeros auxilios, dinero en efectivo, llaves, cargadores y, en caso necesario, medicamentos especiales.
Esta preparación permite enfrentar los primeros días posteriores a un sismo sin depender de suministros externos inmediatos.
El plan familiar de emergencias es otra herramienta esencial. Debe contener rutas de evacuación, puntos de encuentro seguros, la designación de responsabilidades y el conocimiento de dónde se encuentran los registros de agua, gas y electricidad para cerrarlos si es necesario.
La SGIRPC, enfatiza que estas medidas ayudan a reducir accidentes derivados de fugas, incendios o cortocircuitos después de un movimiento sísmico.
Además, se recomienda realizar revisiones periódicas a la vivienda o lugar de trabajo para identificar grietas, hundimientos o instalaciones defectuosas. Esta verificación, junto con la participación en simulacros de evacuación, fortalece la cultura de la prevención y prepara a las familias y comunidades para actuar de manera ordenada.
Durante el sismo: mantener la calma y protegerse
Cuando suena la alerta sísmica, el primer paso es conservar la calma.
La Guía para saber qué hacer en caso de sismo indica que correr, gritar o empujar puede generar pánico colectivo y provocar accidentes. Lo recomendable es replegarse hacia una zona previamente identificada como segura o colocarse debajo de un mueble resistente, como una mesa o escritorio, sujetándose de las patas para evitar desplazamientos bruscos.
Si el sismo ocurre en un piso bajo y hay tiempo suficiente, puede realizarse una evacuación siguiendo las rutas establecidas. En el caso de oficinas o escuelas, las brigadas de Protección Civil son las encargadas de dirigir la salida, por lo que es vital obedecer sus indicaciones.
En cualquier circunstancia, debe evitarse el contacto con ventanas, espejos, repisas u objetos que puedan caer. Y algo que no debe olvidarse: los elevadores nunca deben usarse durante un sismo, ya que representan un alto riesgo en caso de fallas eléctricas o colapso estructural.
También es importante brindar apoyo a quienes lo necesiten, como niños, personas de la tercera edad o con discapacidad, ayudándoles a ubicarse en la zona de menor riesgo o a replegarse sin exponerse al peligro.
Después del sismo: revisión y seguridad
Una vez que el movimiento ha terminado, el siguiente paso es revisar el entorno con calma.
La SGIRPC advierte que las fugas de gas y los cortos eléctricos son las principales causas de incendios tras un sismo, por lo que conviene cerrar los suministros si es seguro hacerlo. Si se detecta olor a gas, debe reportarse de inmediato y no encender cerillos ni aparatos eléctricos.
Si la vivienda o el edificio presentan grietas profundas, desprendimientos o inclinaciones, lo más recomendable es no ingresar hasta que autoridades especializadas determinen que es seguro.
Mientras tanto, lo ideal es trasladarse a un punto de reunión previamente establecido y mantenerse informado a través de la radio o fuentes oficiales para evitar caer en rumores.
En caso de que la luz esté interrumpida, es mejor usar linternas de baterías en lugar de velas, ya que estas pueden provocar incendios. También es útil utilizar las redes sociales o mensajes de texto para avisar a familiares y amigos que se está bien, de manera que las líneas telefónicas queden libres para emergencias graves.
Después del sismo, es importante atender el aspecto emocional, especialmente en los niños. Explicarles lo ocurrido con palabras sencillas y tranquilizadoras les ayuda a comprender la situación y a sentirse seguros. Brindar apoyo a quienes sufran crisis nerviosas también forma parte de la respuesta inmediata en estas emergencias.
Las medidas de seguridad no terminan con el sismo; también forman parte de la vida diaria.
En casa, acciones sencillas como no sobrecargar enchufes, mantener los mangos de ollas hacia adentro, retirar cables del suelo y evitar manipular cuchillos o químicos sin supervisión ayudan a prevenir accidentes.
En la escuela y el trabajo, la prevención también es clave. Los estudiantes deben evitar correr en pasillos o cerca de escaleras, usar calzado antiderrapante y participar en simulacros para que la evacuación se convierta en un hábito.
En las oficinas, lo más importante es conocer el Programa Interno de Protección Civil, ubicar zonas seguras y contar con un pequeño kit de emergencia para actuar de inmediato si la situación lo requiere.
En todos los espacios, la seguridad depende de la responsabilidad compartida. Reportar anomalías, participar en simulacros y respetar las reglas permite reducir riesgos y crear una cultura de autoprotección. Prepararse antes, actuar con calma durante y revisar con cuidado después de un sismo son las claves para proteger lo más valioso: la vida.