Durante mucho tiempo se ha sostenido que Tlaxcala fue una sociedad cerrada al resto de Mesoamérica por el bloqueo comercial que los mexicas impusieron en sus últimos años prehispánicos. Sin embargo, una nueva investigación del Museo de Sitio de Ocotelulco revela que esa idea podría ser errónea
El estudio, encabezado por el arqueólogo José Eduardo Contreras Martínez del INAH, demuestra que la cerámica polícroma tipo códice del periodo Posclásico Tardío (1350-1521 d.C.) muestra una fuerte influencia mixteca, lo que sugiere un intercambio cultural más intenso del que se creía.
Una de las piezas clave del hallazgo es un fragmento de cerámica donde se representa a una mujer desnuda nadando dentro de una vasija de agua.
Esta imagen, creada entre 1450 y 1500 d.C., guarda una sorprendente similitud con una pintura mural encontrada en Tizatlán, Tlaxcala, donde también aparece una figura femenina sumergida, acompañada de un jaguar bípedo, un águila y deidades de la lluvia.
La coincidencia iconográfica refuerza la idea de un lazo simbólico y artístico entre Tlaxcala y la Mixteca, regiones que compartían creencias sobre el agua, la fertilidad y la fuerza femenina
Ecos del Códice Nuttall
El investigador comparó estas representaciones con las del Códice Nuttall, documento mixteco del siglo XV.
En él aparece una mujer similar, dentro de un recipiente acuático y adornada con caracoles, símbolo asociado a la fertilidad y la renovación.
Estos paralelismos muestran que las imágenes tlaxcaltecas no surgieron de manera aislada, sino dentro de un entorno mesoamericano interconectado, donde ideas y estilos se compartían y reinterpretaron.
Tlaxcala, tierra de intercambio
Contrario a la imagen de aislamiento, Contreras plantea que los cuatro señoríos tlaxcaltecas (Tizatlán, Ocotelulco, Quiahuixtlán y Tepeticpac) recibieron población de otras regiones, incluyendo grupos mixtecos que aportaron su cosmovisión y técnicas artísticas.
Estas comunidades foráneas no solo fueron aceptadas, sino que enriquecieron la identidad tlaxcalteca, introduciendo símbolos, ritos y conceptos que fortalecieron la vida cultural y religiosa local.
El hallazgo redefine a Tlaxcala como una sociedad abierta y receptiva, que supo transformar la influencia externa en una expresión propia de poder y pertenencia