Estudiar en México: ¿Privilegio o derecho?
Educación

Estudiar en México: ¿Privilegio o derecho?

Por: Fernanda Rivera
CDMX
Fecha: 29-07-2025

Elegir una carrera universitaria y una institución donde estudiarla es una de las decisiones más importantes en la vida de muchos jóvenes en México.


No obstante, acceder a este nivel educativo no siempre es sencillo ni posible. El sistema universitario mexicano está compuesto por una gran variedad de instituciones públicas y privadas, con modelos distintos de ingreso, costos, modalidades y niveles de calidad.


A pesar de esa diversidad, la cobertura de la educación superior en el país sigue siendo limitada, y las barreras económicas, geográficas y sociales continúan dejando fuera a millones de jóvenes con aspiraciones académicas.


La educación superior no sólo forma profesionistas: también es una herramienta fundamental para impulsar el desarrollo nacional, generar pensamiento crítico, reducir la desigualdad y mejorar la calidad de vida.


Sin embargo, quienes logran llegar a este nivel se enfrentan a procesos de admisión competitivos, carreras saturadas y costos elevados que dificultan la permanencia. Además, hay un desencanto creciente: cada vez más jóvenes dudan de que estudiar garantice un empleo digno o estabilidad económica.


¿Cuántas universidades hay en México y cuántos estudian?




De acuerdo con datos del Sistema Integrado de Información de la Educación Superior (SIIES), en México hay cerca de 4 mil 336 instituciones de educación superior.


Para imaginar la magnitud de esta red, si visitaras una universidad por día, tardarías casi 12 años en conocerlas todas.


De estas instituciones, mil 78 son públicas y 3 mil 258 privadas. Las universidades públicas incluyen a universidades federales, estatales, tecnológicas, politécnicas e interculturales, además de la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) y la Universidad Abierta y a Distancia de México (UnADM).


El sistema público también abarca centros de investigación y universidades con vocaciones regionales, atendiendo las necesidades educativas de diversas zonas del país.




Por otro lado, el sector privado es más heterogéneo, con universidades que van desde las de alta calidad académica hasta otras con enfoque técnico o comercial. Sólo 251 instituciones están afiliadas a la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), mostrando la fragmentación del sistema.


Durante el ciclo escolar 2023 - 2024, la matrícula total de estudiantes fue de 4 millones 51 mil 691 según el INEGI.


Para dimensionar esta cifra, imagina llenar el Estadio Azteca, que tiene capacidad para casi 87 mil personas, más de 46 veces. Es decir, si cada estudiante fuera una persona sentada, se necesitarían 46 estadios completos para acomodarlos a todos.


De ese total, 1 millón 903 mil 882 son hombres y 2 millones 147 mil 809 mujeres. Aunque hay más instituciones privadas, el 63.2% de los estudiantes están inscritos en escuelas públicas, confirmando el papel fundamental que tienen en el acceso a la educación universitaria en México.


Elegir entre pública o privada: Más que una cuestión económica




Estudiar en una universidad pública o privada depende de múltiples factores: ubicación, presupuesto familiar, promedio de bachillerato, vocación, y más.


Según el portal Mextudia, ambas opciones tienen ventajas y desafíos. Las universidades públicas suelen contar con mayor prestigio, oferta académica amplia y costos bajos gracias al subsidio gubernamental.


No obstante, también hay retos: procesos de ingreso sumamente competitivos, cupos limitados y carreras sobresaturadas. A veces, aun con promedios altos, miles de aspirantes se quedan fuera.




En contraste, las universidades privadas son más accesibles en cuanto a requisitos de ingreso y permiten mayor número de alumnos, pero los costos pueden ser inaccesibles. Una colegiatura semestral va desde los 14 mil 500 hasta los 111 mil pesos, muy por encima del salario mínimo mensual.


Algunas instituciones privadas otorgan becas que cubren parcial o totalmente la colegiatura, aunque suelen exigir promedios entre 90 y 100 para mantenerse. En términos de atención, los grupos suelen ser más pequeños y la relación alumno-docente más personalizada.


Sin embargo, en el mercado laboral no hay una regla fija: algunas empresas prefieren egresados de privadas reconocidas, mientras que otras valoran la formación en públicas con exigencia académica elevada. La diferencia está, muchas veces, en el campo profesional y la experiencia individual.


La brecha educativa: ¿Por qué muchos jóvenes no acceden a la universidad o no terminan?




El proceso para ingresar a una universidad varía, pero en general incluye haber concluido el bachillerato, registrarse en la convocatoria, presentar un examen de admisión y, en algunos casos, asistir a una entrevista.


También se solicita documentación como CURP, certificado de estudios, acta de nacimiento, fotografías y, en ocasiones, resultados de pruebas estandarizadas como el CENEVAL, el SAT o el PAA.


"Para entrar a la institución, yo hice mi examen desde la preparatoria y durante todo ese tiempo tuve que mantener un buen promedio para así obtener mi pase directo. Hubo momentos estresantes, pero dentro de todo me siento afortunada de haber podido ingresar de manera directa a la universidad", comenta Adriana Cervantes, recién egresada de la licenciatura en Comunicación en la UNAM.


A pesar de estos mecanismos, la cobertura universitaria es baja: apenas el 24% de los jóvenes mexicanos mayores de edad logra inscribirse en alguna institución, según la Fundación EBC.


El problema no termina ahí. Solo 8 de cada 100 estudiantes que inician una carrera logran concluirla.




Las causas principales del abandono son la falta de interés o motivación y los problemas económicos. A esto se suma el escepticismo generalizado: muchos jóvenes no ven una conexión clara entre estudiar y obtener un empleo bien remunerado.


También existe una gran diferencia según el lugar donde viven los jóvenes. En estados como Guanajuato, Chiapas, Quintana Roo, Michoacán y Guerrero, más del 77% de los jóvenes no logran entrar a la universidad.


En cambio, en la Ciudad de México ese porcentaje baja a 58.5%. Esto significa que, dependiendo del estado, hay casi 20 puntos de diferencia en el acceso a la educación superior.


Esta desigualdad muestra que los jóvenes que viven en zonas rurales o con menos recursos tienen muchas más dificultades para estudiar una carrera universitaria.




México ya cuenta con universidades públicas de alto nivel, programas académicos reconocidos y una juventud con talento.


Pero si el país quiere cerrar las brechas, necesita asegurar que nacer en una comunidad pobre o no contar con dinero no se convierta en una condena académica.


La educación superior no puede seguir siendo un lujo al que solo unos cuantos acceden. Convertirla en una puerta abierta para más jóvenes significa transformar no solo su futuro individual, sino el rumbo del país entero.


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