Un avance científico podría cambiar la manera en que buscamos vida dentro y fuera de nuestro planeta
Según un estudio publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), un grupo de investigadores logró detectar señales químicas de vida en rocas formadas hace 3,300 millones de años, un salto temporal sin precedentes que duplica la antigüedad máxima con la que hasta ahora se podían identificar rastros biológicos.
El hallazgo fue posible gracias a una combinación de técnicas químicas avanzadas y modelos de inteligencia artificial capaces de distinguir materia biológica de material no biológico con una precisión del 98%.
Los investigadores analizaron más de 400 muestras que incluían meteoritos, sedimentos milmillonarios y organismos modernos, utilizando un método de pirólisis acoplado a cromatografía de gases y espectrometría de masas (Py-GC-MS).

Con esos datos, entrenaron una IA que aprendió a reconocer patrones químicos que sobreviven incluso cuando las moléculas originales desaparecen. Como explicó el científico Robert Hazen, es como pedirle a una computadora que, a partir de miles de piezas sueltas, determine si la imagen inicial era una flor o un meteorito
La fotosíntesis llega antes de lo pensado
Además del registro más antiguo de vida, el estudio adelanta otro proceso fundamental: la aparición de la fotosíntesis.
Los investigadores identificaron señales de producción de oxígeno hace 2.500 millones de años, es decir, 800 millones de años antes de lo que se creía.

Esto reconfigura la línea del tiempo sobre cómo la Tierra comenzó a enriquecerse en oxígeno, abriendo la puerta a organismos complejos
Un campo marcado por controversias
Hasta ahora, la búsqueda de vida temprana dependía de microfósiles y estructuras mineralizadas, evidencias escasas y a menudo debatidas.
Algunos hallazgos icónicos, como supuestos microfósiles de 3.460 millones de años en Australia, han sido puestos en duda.

La mayoría de las rocas antiguas, además, han sufrido transformaciones que destruyeron sus componentes originales, dejando fragmentos demasiado pequeños para interpretarlos
Mirar a Marte, Europa y otros mundos
Para el equipo, esto es solo el inicio. La metodología podría aplicarse a muestras de Marte, de la luna Europa o de cualquier cuerpo rocoso donde se busquen firmas biológicas.
Como señaló el investigador Michael Wong, comprender cómo apareció la fotosíntesis y la vida en la Tierra ayuda a imaginar cómo podría surgir en otros mundos.

En palabras del propio equipo, esta tecnología abre una nueva etapa para la astrobiología, capaz de detectar vida incluso cuando lo único que queda son sus "sombras químicas"