La obesidad infantil es uno de los retos más relevantes para la salud pública en México, ya que afecta tanto el bienestar físico como emocional de los menores y puede derivar en enfermedades crónicas desde edades tempranas. Este problema no solo se refleja en cifras, sino también en el impacto que genera en la calidad de vida y en el sistema de salud a largo plazo.
Las mediciones más recientes muestran una tendencia ascendente en la prevalencia de sobrepeso y obesidad en escolares. Según la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición (ENSANUT) 2012, el 34.4 % de los niños de 5 a 11 años presentaba exceso de peso. En el periodo 2020?2023, ENSANUT Continua registró un 36.5 % de escolares afectados, mientras que para 2025 se reporta que el 39 % de los estudiantes se encuentra en esta condición, a su vez, el programa "Vive Saludable" confirma que un 36.8 % de los niños evaluados presenta sobrepeso u obesidad, lo que evidencia que, a pesar de los esfuerzos, el problema persiste.
Si bien la implementación de programas como "Vive Saludable" representa un paso importante en la prevención, existen otros factores que también inciden en el aumento de peso infantil. Entre ellos destacan la falta de actividad física diaria, el tiempo excesivo frente a pantallas y el uso prolongado del celular, que fomentan hábitos sedentarios. Además, la disponibilidad y consumo frecuente de alimentos ultraprocesados contribuye a un balance energético desfavorable para los menores.
Abordar este problema requiere un enfoque integral que involucre tanto a las instituciones como a las familias. Es fundamental promover entornos escolares y comunitarios que favorezcan la actividad física regular, una alimentación equilibrada y la reducción del sedentarismo. De no aplicarse medidas efectivas y sostenidas, la obesidad infantil seguirá en aumento, comprometiendo la salud de las futuras generaciones.