Hay objetos que parecen condenados al olvido: una consola guardada en un cajón, un vinilo empolvado en la sala de los abuelos, una cámara instantánea que nadie usa desde hace veinte años
A veces basta un sábado sin prisa y un gesto cualquiera -abrir un cajón, sacudir una repisa o revisar una caja olvidada- para que el pasado vuelva a aparecer... solo que ahora convertido en objeto de colección.
En redes sociales es común encontrar juegos de mesa antiguos, VHS, DVD y otros artículos con precios hasta diez veces más altos que los originales.

Es la puerta de entrada a un fenómeno que crece sin pedir permiso y que mezcla nostalgia, tecnología y una nueva cultura del consumo
La nostalgia sale a pasear: jóvenes cazando pasado
Quien recorra un domingo La Lagunilla notará algo distinto. Ese mercado, por décadas dominado por adultos mayores que buscaban reliquias familiares, ahora está lleno de jóvenes que ni siquiera vivieron la época que buscan.
Camisetas de los 90, discos ochenteros, cámaras análogas, juguetes de la infancia? o de la infancia que no alcanzaron a vivir.
En 2024, Toy Fest -uno de los eventos de coleccionismo más grandes de la CDMX- reunió videojuegos, cómics, ropa, arte, manualidades, anime, cosplay y una larga lista de objetos que remiten a los años 80 y 90.
Y la escena se replica en Coyoacán, Roma, Narvarte y prácticamente cualquier bazar donde lo "vintage" se ha convertido en estética listísima para TikTok.

La nostalgia dejó de ser íntima: se volvió experiencia social, un espacio de identidad y una forma de escapar de la saturación digital
La economía de lo que no vuelve: cuando lo viejo se vuelve valioso
Lo fascinante es que esta fiebre retro no nació como una política cultural ni una estrategia de marketing. Nació sola.
Y creció sola.
Según el ThredUp Resale Report 2024, el mercado global de segunda mano alcanzó los 197 mil millones de dólares en 2023, creciendo un 18%.
México destacó como un país donde plataformas como Mercado Libre y Facebook Marketplace mueven millones de pesos en objetos retro que hace apenas 10 años nadie habría considerado valiosos.
La lógica detrás es sencilla:

En México, Statista reporta que el sector de antigüedades y coleccionables creció 14% en 2024, especialmente tras la pandemia, cuando muchos redescubrieron lo físico frente a lo digital. La nostalgia no solo emociona: mueve dinero
Del Game Boy al vinilo: los objetos que regresaron para quedarse
Los precios lo confirman.
Un cómic de La Prensa de los 60 puede superar los 10,000 pesos si está en estado como nuevo.
Un vinilo original de los 80 ronda los 800 a 4,000 pesos según su rareza.
Una cámara Polaroid restaurada puede venderse entre 2,000 y 4,000 pesos.
Lejos de ser un capricho, los datos muestran tendencias claras:

Detrás de estas cifras aparece un patrón: Los millennials compran lo que no tuvieron; la Gen Z compra lo que no conoció
Un mercado que crece desde abajo: tienditas, ferias y restauradores
La economía retro mexicana tiene su propio ecosistema, casi como una pequeña cadena productiva:
En colonias como Roma y Del Valle han surgido espacios como Vintage Gaming Store o Roma Records. Son lugares donde el pasado se exhibe como si fuera nuevo y donde las ventas crecen alrededor de 20% anual.
Detrás de cada cámara análoga o consola NES funcionando hay alguien que la revivió. Repararlas cuesta entre 1,000 y 3,000 pesos por pieza. Este oficio, casi desaparecido, volvió gracias a jóvenes que aprendieron a soldar, limpiar placas o calibrar lentes.
La Feria de Antigüedades en Los Pinos, atrae a miles de jóvenes que consumen, preguntan, fotografían y negocian.
Solo en 2024, el mercado de segunda mano creció un +15 por ciento, representando ahora el 9 por ciento del gasto global en indumentaria.

Sin plan, sin programa, sin política pública... la nostalgia armó su propia economía
Una economía sin manual: ¿hasta dónde crece el pasado?
Al final, este boom no solo revive mercados: revive preguntas.
¿Por qué buscamos objetos que ya no se fabrican?
¿Qué nos dice este regreso al pasado sobre la vida acelerada que llevamos?
En un país donde el futuro a veces luce incierto, el pasado se volvió refugio? y negocio.
Una economía que nadie planificó, que se mueve sola y que, pieza a pieza, reconstruye la relación entre generaciones, objetos e identidad.
La nostalgia, al final, no solo toca fibras: mueve cadenas enteras de valor.

Quizá la pregunta que queda abierta es simple: ¿seguiremos comprando recuerdos? o estamos intentando recuperar algo más profundo?