México se ha convertido en uno de los principales consumidores de vino en América Latina.
Actualmente, el país importa más de 100 millones de litros, lo que equivale a un valor de 348 millones de dólares, según cifras recientes del sector.
En la última década, México se consolidó como el segundo mayor importador de vino en la región, solo por debajo de Brasil. Los principales proveedores son España, Chile e Italia, que dominan gran parte de la oferta que llega a los anaqueles mexicanos.
El vino tinto es el preferido por los consumidores mexicanos, ya que concentra alrededor del 80% de las importaciones. Sin embargo, las etiquetas de vino blanco han comenzado a ganar terreno, con un crecimiento de 19% en su valor, lo que refleja un cambio en las preferencias y una mayor apertura a nuevas variedades.
En cuanto a regiones productoras, los vinos de Rioja Alavesa han logrado destacar en el mercado mexicano. Entre 2017 y 2022 reportaron un crecimiento promedio anual de 7.2%, alcanzando un precio medio de 8.16 dólares por litro. Estas cifras muestran que los consumidores nacionales están dispuestos a pagar más por calidad.
El valor que representa el mercado mexicano también ha impulsado la llegada de más diversidad de etiquetas, lo que se traduce en un catálogo más amplio en supermercados, tiendas especializadas y restaurantes. Esta tendencia confirma la consolidación de una cultura del vino en el país.
Cada vez es más común que el vino acompañe celebraciones, reuniones familiares y platillos típicos mexicanos. La incorporación de estas bebidas a la vida cotidiana refleja no solo un aumento en el consumo, sino también una transformación en los hábitos de la población.
Con estos resultados, México se perfila como un destino clave para el comercio internacional de vino, al mismo tiempo que fortalece su propia identidad en la cultura del consumo de esta bebida.