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22 de Mayo del 2025
Cultura

Cazadores de historia: la lucha por zonas arqueológicas

Cazadores de historia: la lucha por zonas arqueológicas

México cuenta con más de cincuenta y tres mil zonas arqueológicas, donde florecieron culturas como la maya, azteca, zapoteca, mixteca, olmeca, entre muchas otras



Estas civilizaciones dejaron para la posteridad ciudades, centros ceremoniales, observatorios y más, que hoy nos permiten comprender cómo se desarrollaron sus culturas y cómo evolucionaron con el tiempo.


Estos sitios, en muchos casos, se encuentran lejos de las grandes ciudades, ubicados en entornos naturales que alguna vez fueron elegidos como hogar por estas culturas milenarias, y gracias a los avances tecnológicos, así como el interés por ellas, poco a poco se va descubriendo más de su estilo de vida.


Como parte de la historia e identidad mexicana, algunas de estas zonas se preservan gracias al trabajo del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), que las resguarda de forma oficial.



¿Quieres saber cómo se cuidan estos sitios, quiénes están detrás de su protección y qué riesgos enfrentan? Sigue leyendo: esta nota es para ti



Para entender cómo se logra esta protección, vale la pena conocer al instituto que encabeza esta labor desde hace décadas. El INAH fue creado el 3 de febrero de 1939 por iniciativa del presidente Lázaro Cárdenas, y desde entonces se ha encargado de investigar, conservar y difundir el patrimonio arqueológico, antropológico, histórico y paleontológico de la nación.


Además, colabora con los distintos niveles de gobierno en la toma de decisiones para proteger este legado y preservar la memoria histórica de México.


Entre sus múltiples funciones destacan la excavación y apertura al público de zonas arqueológicas, así como la promoción del conocimiento de estos sitios.


Comparte este compromiso con otras instituciones, como el Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), encargado de preservar y promover el arte y la cultura mexicana, y con diversas instancias de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México. ¿Pero de qué daños los resguarda y cómo lo hace?



De acuerdo con el Manual de Conservación Preventiva en Zonas Arqueológicas elaborado por el INAH, los daños más comunes que afectan estos sitios pueden clasificarse en dos grandes categorías: los factores naturales (como el clima y el paso del tiempo) y la intervención humana



Control de flora

Las plantas que brotan entre las piedras o sobre las estructuras retienen humedad, y con el tiempo deterioran los enjarres de arcilla, además de favorecer la caída de pintura y otros recubrimientos.


Por ello, se realizan tareas continuas de deshierbe, chapeo, poda de árboles y reforestación controlada. Es fundamental evitar el uso de sustancias tóxicas, ya que son difíciles de eliminar y pueden agravar el deterioro del sitio.


Control de fauna

Algunos animales se instalan en cubiertas, techos o grietas de las estructuras, causando manchas, deterioro o incluso riesgos para los visitantes. Para evitarlo, se ahuyentan las especies que puedan afectar la zona, como roedores, reptiles, murciélagos o aves.


Se rellenan los huecos donde anidan estos animales con piedras, mezcla y tierra. Cuando se trata de cavidades grandes, se reintegran piedras similares a las originales y del tamaño adecuado, evitando así la formación de madrigueras.


Trabajos de albañilería

Cuando las piedras pierden la mezcla que las une o están en riesgo de caer, se realizan trabajos de consolidación. Uno de los más importantes es el ribeteo, que consiste en aplicar un relleno que siga el contorno de los restos de aplanados, pinturas murales o estucos modelados. Esto evita que se desprendan, se fracturen o se pierdan por completo.



Estas labores se llevan a cabo al menos cuatro veces al año, y forman parte esencial de la conservación preventiva



En contraste, los daños causados por el ser humano suelen ser más directos y, muchas veces, irreversibles. El manual menciona el vandalismo, la negligencia, el saqueo, el robo (intencional o involuntario), así como intervenciones arqueológicas o restauraciones inadecuadas, como factores de alto riesgo para la conservación.


Un ejemplo de este tipo de daño ocurrió el 21 de mayo de 2023, cuando el INAH reportó el robo y destrucción de dos contextos arqueológicos en el sitio de Cañón de la Lagartija, en Coahuila, una zona con más de 3,000 años de antigüedad.



Los responsables alteraron los sedimentos de los abrigos rocosos y sustrajeron materiales arqueológicos, posiblemente restos humanos, textiles, maderas, huesos tallados, así como herramientas líticas como puntas de proyectil, raspadores y cuchillos



Aunque muchas zonas arqueológicas abiertas al público tienen vigilancia, la mayoría de los sitios en México no están permanentemente custodiados. Solo una pequeña parte de los miles de sitios arqueológicos del país están habilitados para visitas. Muchos se encuentran en áreas rurales, de difícil acceso, y sin presencia constante de seguridad, como el caso mencionado anteriormente.


Debido a las limitaciones de presupuesto, el INAH ha optado por enfocarse en la prevención del saqueo mediante campañas informativas que promuevan el respeto al patrimonio, usando medios como radio, televisión, prensa y redes sociales.


También ha impulsado la creación de un banco de datos con fotos para ayudar a identificar y recuperar piezas robadas, en colaboración con bases internacionales como la de Interpol. Además, se trabaja en mejorar las leyes y en la coordinación entre instituciones para proteger mejor los sitios.



En 2025, el INAH recibió poco más de 5,900 millones de pesos. Ese dinero se usa para cuidar más de 190 zonas arqueológicas, museos, empleados y muchas tareas como investigar y restaurar. Aun así, representa solo 45 pesos al año por persona, o menos del 5% de lo que costó un tramo el Tren Maya



Son pocas las zonas arqueológicas a las que el público tiene acceso, si se comparan con los miles de sitios registrados en el país. Sin embargo, esta limitación está justificada por diversos motivos, según señala la institución.


En las zonas al aire libre, por donde transitan habitualmente los visitantes, se puede restringir el paso cuando está en riesgo su seguridad o la integridad del sitio. Esto sucede, por ejemplo, en áreas donde hay estructuras a medio excavar, piedras sueltas o elementos frágiles que aún no han sido consolidados y que, por tanto, son vulnerables al daño, al saqueo o al vandalismo.


Una de las principales razones para restringir el acceso es precisamente el daño que puede provocar el turismo masivo. En Chichén Itzá, por ejemplo, ya no está permitido subir a la Pirámide de Kukulcán debido al desgaste que ha sufrido con los años.



Algunas zonas se encuentran en proceso de excavación, restauración o investigación, por lo que solo personal autorizado, como arqueólogos o investigadores con permisos del INAH, puede ingresar a ellas



El pasado 10 de mayo de 2025, el youtuber MrBeast publicó un video en YouTube sobre su visita y grabación en las zonas arqueológicas de Calakmul, en Campeche, y de Chichén Itzá y Balamcanché, en Yucatán.



El contenido generó descontento entre muchos mexicanos, especialmente porque accedió a lugares restringidos como la cueva maya donde se encuentra el Árbol de la Vida.


Esto desató un debate sobre si es justo permitir que una persona extranjera tenga acceso a estos espacios por tener dinero o influencia, mientras que incluso estudiantes de arqueología enfrentan restricciones, según se comentó ampliamente en redes sociales. Ante la polémica, el INAH defendió que el youtuber había cumplido con los permisos correspondientes.


No obstante, la institución también señaló que "abusando de la buena voluntad de las instituciones, aprovechó el permiso para hacer otro video de promoción de su chocolate", lo cual podría constituye una violación a la Ley General de Bienes Nacionales



Proteger nuestro patrimonio no es tarea de unos cuantos, ni puede depender solo de presupuestos o permisos especiales. Es una responsabilidad compartida que empieza por reconocer el valor de lo que otros construyeron antes que nosotros.


El reto es grande: conservar miles de sitios en un país donde cada piedra puede contar una historia. Pero también es una oportunidad: la de fortalecer nuestra identidad, de honrar el pasado con acciones presentes.


Porque si algo nos han enseñado los antiguos mexicanos, es que todo lo valioso toma tiempo, cuidado? y respeto.





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