El aumento de la temperatura en los océanos está provocando tormentas más agresivas, rápidas y destructivas. México, por su ubicación geográfica y vulnerabilidad social, está en la primera línea de riesgo.
Cada año, entre mayo y noviembre, las costas de México se preparan para enfrentar uno de los fenómenos naturales más peligrosos y devastadores: los huracanes.
Aunque son parte del clima tropical y han existido desde hace siglos, hoy en día están cambiando de manera preocupante. Gracias a décadas de estudios meteorológicos, sabemos cómo se forman y cómo se clasifican estos sistemas, pero recientes investigaciones muestran que los huracanes se están intensificando más rápido, ganando fuerza en cuestión de horas y dejando a las comunidades con poco tiempo para reaccionar.
Este nuevo comportamiento tiene una causa principal: el cambio climático.
La relación entre el calentamiento global y el aumento de la fuerza de los huracanes ya no es una hipótesis: es una realidad. El océano actúa como un enorme regulador del clima y está absorbiendo hasta el 90% del calor adicional generado por el exceso de gases de efecto invernadero.
A mayor temperatura en el mar, mayor energía para alimentar a un ciclón tropical. Esto hace que los huracanes no solo sean más frecuentes, sino mucho más intensos.
La temporada de huracanes de 2025 ya comenzó con pronósticos preocupantes y con un país vulnerable ante estos fenómenos, tanto por su geografía como por sus condiciones sociales y económicas.
¿Qué es un huracán y cómo se forma?
De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) un ciclón tropical es un enorme remolino que se forma sobre los océanos tropicales cuando la temperatura superficial del agua supera los 26?°C y existe una zona de baja presión atmosférica que atrae vientos desde todas direcciones.
Este fenómeno puede evolucionar hasta convertirse en un huracán, alimentado por el calor liberado durante la condensación del vapor de agua. Un dato curioso es que el término "huracán" proviene del nombre que los mayas y caribeños daban a su dios de las tormentas.
La SEMARNAT explica que para que un huracán se forme, se necesitan ciertas condiciones: aguas cálidas (más de 26°C en la superficie del océano), una zona de baja presión atmosférica y humedad.
Cuando el aire caliente y húmedo asciende, se condensa y libera calor, lo que alimenta el ciclón. La rotación de la Tierra hace que este sistema gire y forme una estructura en espiral, con un "ojo" central que puede alcanzar decenas de kilómetros de diámetro.
La evolución de estos sistemas puede dividirse en cuatro etapas: primero, una perturbación tropical (una zona inestable con baja presión), luego una depresión tropical (vientos sostenidos de hasta 62 km/h), después una tormenta tropical (vientos de hasta 118 km/h) y, finalmente, un huracán.
Una vez que se convierte en huracán, se clasifica según la escala Saffir-Simpson, que va de categoría 1 (119-153 km/h) a categoría 5 (más de 251 km/h), de acuerdo con el mismo portal estadounidense.
El cambio climático y los huracanes más violentos
De acuerdo con el Dr. Mauricio Alcocer Ruthling, académico de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), los huracanes actuales se comportan de manera distinta a los de décadas pasadas.
En su artículo "Huracanes, cada vez más agresivos por el cambio climático", publicado por UAG Media Hub, el especialista señala que el calentamiento global ha alterado el equilibrio del sistema climático, provocando un incremento en la temperatura de los océanos, en especial en el Caribe y el Golfo de México.
Cuando los huracanes se desplazan sobre estas aguas cada vez más cálidas, pueden intensificarse rápidamente. Este fenómeno (llamado técnicamente "intensificación rápida") significa que en pocas horas una tormenta puede pasar de una categoría baja a la más alta.
Ejemplos recientes lo confirman: el huracán Beryl alcanzó la categoría 5 en muy poco tiempo; el huracán Milton pasó de vientos de 97 a 290 km/h en un solo día; y Otis, en octubre de 2023, se convirtió en el huracán más destructivo del Pacífico mexicano tras alcanzar categoría 5 en menos de 12 horas.
El estudio estima que el cambio climático ha incrementado en un 10% la velocidad de los vientos en los huracanes. Aunque pueda parecer un cambio pequeño, ese 10% extra puede duplicar los daños materiales y humanos.
Por ejemplo, un huracán categoría 2 puede causar diez veces más daños que uno de categoría 1. Y si ese viento adicional genera marejadas más fuertes, lluvias torrenciales o tornados, las consecuencias se agravan.
México: un país con alta exposición y vulnerabilidad
México se encuentra entre los países con mayor exposición a huracanes por su ubicación geográfica.
La temporada comienza el 15 de mayo en el Pacífico y el 1 de junio en el Atlántico, y termina el 30 de noviembre. Según la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), este 2025 se esperan entre 16 y 20 ciclones tropicales desde el Pacífico y entre 13 y 17 desde el Atlántico.
Sin embargo, la vulnerabilidad no depende únicamente de la ubicación. También influyen factores sociales, económicos y ambientales. Según un análisis de Meteored, el 48.8% de los municipios mexicanos están en situación de pobreza, lo que dificulta la capacidad de respuesta ante un desastre. Además, la deforestación, el deterioro de cuencas y la falta de planeación urbana aumentan los riesgos.
Los estados más expuestos en el Pacífico son Baja California Sur, Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero y Oaxaca.
Por el lado del Atlántico y el Caribe, los más vulnerables son Veracruz, Tamaulipas, Yucatán, Campeche y Quintana Roo. También se ha detectado un aumento de lluvias extremas en regiones como Chiapas, Tabasco y el sur de Veracruz, así como en el noroeste del país.
Las sierras madres, en el centro de México, actúan como barreras naturales, pero las zonas costeras siguen siendo las más propensas a sufrir daños directos.
Casos recientes: destrucción y lecciones
Los últimos huracanes que han impactado a México demuestran los riesgos crecientes que enfrenta el país.
Huracán Otis (2023)
En octubre de 2023, Otis sorprendió a todos al convertirse en categoría 5 en menos de medio día. Tocó tierra en Acapulco con vientos de hasta 270 km/h, dejó 52 muertos, 59 desaparecidos y toneladas de escombros que tardaron semanas en remover.
Fue tan devastador que superó incluso al huracán Patricia, considerado hasta entonces el más fuerte del Pacífico.
Huracán Patricia (2015)
En 2015, Patricia tocó tierra en Jalisco con vientos de 240 km/h.
Aunque perdió fuerza rápidamente al internarse en tierra, dejó más de 10 mil viviendas afectadas y 40 mil hectáreas de cultivos dañadas. En Michoacán y Jalisco también se presentaron graves inundaciones.
Huracán Wilma (2005)
El huracán Wilma, en 2005, afectó especialmente a la península de Yucatán. Incrementó sus vientos de 110 a 280 km/h en solo 24 horas e impactó Cozumel con categoría 4.
Después siguió su paso hacia Florida, provocando la interrupción más larga del suministro eléctrico en ese estado. Todos estos casos tienen un patrón en común: intensificación rápida y alto grado de destrucción.
En México, el Sistema de Alerta Temprana para Ciclones Tropicales (SIAT-CT) opera desde el año 2000.
A través de alertas y advertencias, busca anticipar los impactos y reducir los daños. Existen diferentes niveles de alerta, tanto para tormentas tropicales como para huracanes, y se emiten con hasta 48 horas de anticipación.
El sistema climático está cambiando tan rápidamente que ya no es posible confiar en los patrones históricos para predecir el comportamiento de los huracanes. Esto implica riesgos para la agricultura, el acceso al agua, la biodiversidad y la economía en general.
Construir un país más resiliente frente a estos fenómenos implica fortalecer la infraestructura, invertir en prevención, mejorar la educación ambiental y reducir la vulnerabilidad social.
Los huracanes seguirán ocurriendo, pero su impacto puede ser mucho menor si se toman decisiones informadas, se actúa con anticipación y se reconoce el papel del cambio climático como un factor central en su comportamiento actual.