Pueblos devastados por la violencia, la tragedia o la búsqueda de oportunidades se han convertido, con el paso del tiempo, en escenarios que despiertan la curiosidad de quienes buscan entender -o presenciar- lo que quedó atrás
La exploración urbana ha crecido de manera exponencial en México: cada vez hay más personas que organizan recorridos por comunidades silenciosas, con calles vacías y casas cubiertas de polvo.
En redes sociales circulan videos donde se narran las historias de estos lugares: escuelas detenidas en el tiempo, templos sin feligreses y plazas donde solo resuenan los ecos del pasado.

Los pueblos fantasmas de México ya no se leen como territorios de vida cotidiana, sino como experiencias de memoria, testigos inmóviles de un país que sigue transformándose entre la nostalgia, el miedo y la resistencia
Cuando el abandono se convierte en atractivo
Hay lugares donde el silencio no significa olvido, sino curiosidad. Los pueblos deshabitados despiertan el interés del turismo por distintas razones: su arquitectura detenida en el tiempo, las historias que dejaron atrás, la sensación de misterio e incluso, para algunos, la esperanza de vivir algo paranormal.
México tiene varios ejemplos donde las ruinas mineras y el eco del pasado se han transformado en rutas turísticas.
En el corazón de Guanajuato, Mineral de Pozos guarda las huellas de un pasado que se niega a desaparecer. Fundado en el siglo XVI como centro minero, conoció dos abandonos: uno tras el agotamiento de las vetas de oro y plata en el siglo XIX, y otro durante la Revolución Mexicana.
Hoy, sus ruinas como las minas de Cinco Señores y Santa Brígida- reciben visitantes que exploran túneles y hornos de fundición rodeados de mezquites y cactus, como si caminaran por un set del Viejo Oeste.
En su apogeo porfiriano, Pozos albergó fábricas europeas como El Palacio de Cristal, hoy parte de su encanto histórico. Con nuevas actividades como el ciclismo entre ruinas o los campos de lavanda, el pueblo ha logrado atraer a cerca de 50 mil visitantes al año, un número modesto pero significativo para un sitio que alguna vez quedó en silencio.

Una experiencia de dos días que incluye la visita a museos, una hacienda histórica y una antigua mina, además de disfrutar comida típica regional, un recorrido con maridaje de dos mezcales galardonados y un taller de recuerdo en los pozos. con un costo de 3750 pesos por persona
A varios cientos de kilómetros, en San Luis Potosí, Real de Catorce combina el abandono minero con un aire místico que lo vuelve único. Tras el declive de la plata en el siglo XX, el pueblo resurgió como destino espiritual y cinematográfico.
Su túnel Ogarrio, de 2.3 kilómetros, conduce a calles empedradas que desembocan en la Parroquia de la Purísima Concepción, donde peregrinos y turistas se cruzan durante las fiestas de San Francisco de Asís.
A las leyendas de bandidos -de ahí su nombre, posiblemente ligado a catorce ladrones ejecutados se suman las tradiciones huicholes, que lo consideran parte de Wirikuta, sitio sagrado de su cosmovisión.
Los recorridos a caballo hasta el llamado "Pueblo Fantasma" completan la experiencia: ruinas, fe y misticismo que cada año atraen a más de cien mil visitantes.

El recorrido a caballo, con una distancia de 3.57 kilómetros, incluye la visita al paredón de ejecuciones, el cementerio y un mirador. La experiencia se promociona con un costo a partir de 300 pesos
Ruinas que el mundo también visita
El fenómeno no es exclusivo de México. En Estados Unidos, Bodie (California) es quizá el ejemplo más conocido: una ciudad minera abandonada en 1942 tras un incendio y hoy conservada como parque estatal.
Sus casas intactas y calles polvorientas ofrecen una sensación de "tiempo detenido", similar a Pozos, aunque con mayor infraestructura turística que recibe unos 200 mil visitantes anuales.
En Europa, Craco (Italia) fascina por su arquitectura medieval suspendida sobre acantilados, evacuada en 1963 por deslizamientos de tierra y convertida en escenario de películas como La Pasión de Cristo.
Y en Asia, la isla japonesa de Hashima, Patrimonio de la Humanidad, atrae turistas por su decadencia industrial: un complejo minero cerrado en 1974 y hoy visitado en barco, entre advertencias de colapso estructural y nostalgia por el Japón posbélico.

El precio para visitar la isla japonesa varía entre 4,000 yenes (aproximadamente 10,300 pesos) y 6,500 yenes (unos 17,000 pesos). Este costo incluye un tour en bote y un impuesto adicional de cerca de 300 yenes (alrededor de 800 pesos)
Cuando el turismo borra la historia
La recuperación turística de pueblos abandonados mexicanos suele presentarse como un rescate patrimonial, pero a menudo termina transformando su sentido original.
La masificación turística convierte la memoria en espectáculo: fachadas recién pintadas, minas iluminadas para recorridos y calles restauradas para las fotos, no para preservar la historia.
Esa búsqueda de lo "instagrameable" reescribe la identidad de lugares que alguna vez fueron símbolo de abandono y resistencia. La narrativa se ajusta al gusto del visitante, y lo que era ruina o silencio se vuelve un decorado para el consumo visual
Del pasado minero al set turístico
En Real de Catorce, las remodelaciones de minas y calles con elementos modernos buscan atraer más visitantes, pero cambian la esencia del sitio.
Lo que alguna vez fue testimonio del auge y la caída minera hoy se vende como recorrido místico o experiencia paranormal. La cultura huichola, que mantiene vínculos espirituales con la zona, también se diluye entre souvenirs y paseos temáticos.
Algo similar ocurre en Mineral de Pozos, donde los campos de lavanda plantados para el turismo alteran el paisaje semiárido original.

El aroma atrae visitantes y cámaras, pero la postal termina sustituyendo la historia real del declive económico que vació el pueblo
Lecciones del mundo
Otros países enfrentan dilemas parecidos. En Bodie, Estados Unidos, se aplica el concepto de arrested decay, una preservación que mantiene las ruinas en su estado natural, sin restaurarlas del todo. Aun así, el vandalismo amenaza su autenticidad.
En Craco, Italia, las multitudes erosionan el terreno y convierten un antiguo pueblo víctima de desastres naturales en escenario de cine.
En Hashima, Japón, los tours turísticos han generado polémica por omitir su pasado de trabajo forzado.

Según estudios recientes, en Latinoamérica el turismo masivo puede incluso agravar la pobreza local, ya que las ganancias se concentran fuera de las comunidades. México corre ese riesgo: sus pueblos abandonados podrían perder no solo su autenticidad, sino también su voz