Despiertas por la mañana, te lavas los dientes y la cara. Te bañas, te vistes, y ahí está: esa primera taza de café que te acompaña como un abrazo calientito que te dice "vas bien".
Pero no es la única. Por la tarde, cuando el sueño amenaza con ganarte la batalla, otra taza te rescata. Es un gesto casi automático, tanto como respirar.
Y no es coincidencia: en México, el 85% de la población consume café.
Ahora imagina esto: un día despiertas... y ya no hay café. ¿Tienes un plan B?
Más que una bebida: un ritual que nos une
En México, el café es mucho más que cafeína. Es el pretexto para vernos, platicar, cerrar negocios o escribir tesis en cafeterías con Wi-Fi.
Es sobremesa en la fonda, cita en el parque, charla en el balcón.
También es producción, tradición y economía: más de 900 mil toneladas de cereza de café se generaron el último año. Chiapas (40.9%), Veracruz (24.2%), Puebla (16%) y Oaxaca concentran el 90% de esa producción.
¿El lugar de México en el mundo? Onceavo productor global.
El primer golpe: abstinencia real
Para quienes toman café a diario, su ausencia se siente fuerte.
Los síntomas de abstinencia pueden iniciar entre las 12 y 24 horas tras la última taza y durar varios días.
Los más comunes: dolor de cabeza, fatiga, irritabilidad, somnolencia, dificultad para concentrarse? incluso una ligera depresión.
La razón es simple: la cafeína estimula el sistema nervioso central.
El cuerpo se acostumbra a ese empujoncito diario. Quitarla de golpe lo deja en pausa
El verdadero problema: cuando el café desaparece del campo
Más allá de lo individual, perder el café sería un golpe durísimo para la economía.
Al menos 500 mil productores, muchos de ellos indígenas, viven de esta planta. En 14 estados y 480 municipios, el café genera empleos desde la siembra hasta la venta en cafeterías.
El impacto sería profundo. En 2024, el mercado del café en México valió 952.2 millones de dólares, y se proyecta que llegue a 1,489 millones en 2034.
Sin café, muchas marcas colapsarían, desde cadenas globales hasta pequeñas cafeterías locales. Su importancia es tal, que incluso existe un mercado "premium", como el del café Kopi Luwak, uno de los más caros del mundo.
Este se produce a partir de granos que han sido parcialmente digeridos por la civeta, un pequeño mamífero de Indonesia.
Durante el proceso digestivo, las enzimas de la civeta modifican la estructura del grano, reduciendo su amargor y dando como resultado un café más suave y dulce. ¿El precio? Hasta 2,000 pesos por 100 gramos
También el turismo se vería afectado. Las rutas del café en Chiapas y Veracruz, que cada año reciben miles de visitantes, pasarían al recuerdo
¿Y ahora qué tomaríamos?
Frente al apocalipsis cafetero, ¿qué alternativas hay?
Desde infusiones locales como la manzanilla, hierbabuena o jamaica, hasta el mate argentino (que ya tiene sus fans en el sur del país), podríamos ver un auge de bebidas nuevas y creativas.
Pero el sabor, el ritual, y el "vamos por un café", serían difíciles de reemplazar.
Y para los productores, cambiar de cultivo no es sencillo. El café se da en sistemas agroforestales que también benefician el medio ambiente.
Cambiar a cacao, té o frutas tropicales implicaría una transición costosa, larga y riesgosa
Hoy existen iniciativas para proteger el café mexicano ante el cambio climático y el abandono del campo. Desde cooperativas hasta esquemas de comercio justo, hay quienes ya están actuando. Pero el respaldo del consumidor es clave.
Así que la próxima vez que te tomes un café, piénsalo: Esa taza es campo, historia, trabajo y comunidad.
El café no solo despierta nuestros sentidos. También, nuestra identidad.