En el cierre del novenario por el asesinato del sacerdote Carlos Manzo, la Diócesis de Zamora celebró una misa en favor de la paz y la justicia que se convirtió en un llamado a la conciencia social y espiritual ante la violencia que azota a Michoacán
El presbítero Jesús Valencia Álvarez, quien encabezó la ceremonia, habló con firmeza sobre el dolor acumulado por las comunidades. "Ya es mucha la sangre derramada, ya es mucho el dolor del pueblo mexicano", expresó desde el altar, recordando que la fe también implica exigir un cambio.
Frente a los fieles reunidos, Valencia insistió en que la Iglesia no busca incitar a la venganza, sino proclamar la esperanza. "Estamos aquí no para sumarnos a una opinión más ni mucho menos para promover el desquite, sino para proclamar valientemente desde nuestra fe al Dios de la vida, y la firme esperanza en un México mejor", dijo.
El sacerdote habló del cansancio social, pero también del compromiso cristiano con la justicia: "Deseamos la paz con base en la justicia", subrayó, mientras pedía que el dolor no se transforme en odio, sino en fuerza para reconstruir el tejido social
Memoria y acompañamiento
Durante la misa, se recordó que la fe cristiana sostiene que Dios camina junto a su pueblo, incluso en los momentos de mayor oscuridad. "El Dios en el que creemos no es ajeno al ser humano -afirmó-, sino que habita en la historia y sufre con nosotros".
La ceremonia concluyó con un mensaje de consuelo y resistencia espiritual: quienes enfrentan la violencia sin perder la fe, señaló el sacerdote, "son dichosos a los ojos de Dios".

Entre rezos, velas y rostros marcados por la tristeza, la comunidad reafirmó su deseo de un Michoacán en paz, donde la justicia no sea solo una oración, sino una realidad que devuelva esperanza a su pueblo