Educación financiera para sobrevivir… cuando no hay dinero para ahorrar
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Educación financiera para sobrevivir… cuando no hay dinero para ahorrar


La educación financiera es un privilegio para quienes ya tienen un piso estable; para otros, es solo un sueño



Seguramente conoces a alguien que te ha recomendado aprender sobre educación financiera, especialmente si te ha visto batallar para llegar a fin de quincena. Ya sea por los gastos del día a día o porque las deudas se acumulan sin darte tregua, la invitación suena lógica: aprender a administrar el dinero.


Y es que programas, libros y cursos prometen enseñarte a tomar mejores decisiones financieras. Hablan de cómo planificar ingresos y gastos, reservar dinero, hacer crecer tu patrimonio, usar tarjetas o préstamos con responsabilidad, e incluso prepararte para el futuro.


Suena bien, incluso ideal. Como la clave para alcanzar esa libertad financiera de la que tanto se habla.



Pero la realidad es otra



¿Y el tiempo? ¿Y el ingreso? ¿Y la estabilidad?

La mayoría de estos programas asumen que las personas tienen tiempo libre para asistir a sesiones o completar módulos en línea. Pero como contamos en Tiempo al límite: la rutina que nos devora vivos, entre el trabajo, los traslados y las tareas en casa, el tiempo es un recurso escaso.


Sí, hay quienes logran hacerlo. Pero no son la mayoría.


También se parte del supuesto de que todos tienen ingresos estables, acceso a productos financieros como cuentas bancarias o tarjetas de crédito, y al menos un nivel educativo básico como preparatoria o universidad.


Esto excluye directamente a quienes viven en pobreza laboral o trabajan en la informalidad, personas para quienes la prioridad no es el ahorro, sino la supervivencia diaria.



El Diplomado en Educación Financiera de la CONDUSEF, ofrece módulos en línea gratuitos, o los cursos de Banxico Educa, pensados para todas las edades, en caso de que puedas tomarlos



Ahorro... ¿con qué dinero?

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo, el 54.6% de los trabajadores en México están en la informalidad. Esto significa que más de la mitad de la fuerza laboral no tiene seguridad social, ni contrato formal, ni prestaciones como vacaciones, aguinaldo o fondo de ahorro.


Y sin ese respaldo, pensar en crecimiento económico personal es, para muchos, un lujo.


Actualmente, el salario mínimo en empleos formales es de 7,468 pesos mensuales. En papel, alcanza -justo apenas- para que una persona cubra sus necesidades básicas. El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) señala que, para no ser considerado en pobreza, una persona necesita 4,529 pesos al mes en zonas urbanas y 3,286 pesos en zonas rurales.


Pero esta cifra no contempla renta, deudas, imprevistos, ni hijos. Solo cubre lo más básico. Y eso, claro, en el mejor de los casos: un empleo formal y estable.



En la informalidad, donde muchas personas ni siquiera alcanzan el salario mínimo, el ahorro no es una meta: es una fantasía. La realidad es que, en esos contextos, no se ahorra porque no se puede, no porque no se quiera



Vivir al día no es una decisión: es la única opción para millones

Para muchas personas en México, la realidad no se trata de "malas decisiones financieras", sino de elegir entre comer o pagar una deuda, entre comprar una camisa o asegurar que sus hijos tengan lo necesario.


Viven al día, atrapadas en ciclos donde el crédito informal es la única salida, aunque venga con intereses altísimos y riesgos graves.



Pensar que la falta de ahorro o el sobreendeudamiento se debe únicamente al "mal manejo del dinero" es una visión simplista y desconectada de la realidad



La verdad es que el salario mínimo no alcanza, sobre todo en familias numerosas, y la inflación, que actualmente ronda el 4.32%, ha encarecido la canasta alimentaria, haciendo que cada visita al supermercado duela más.


A esto se suma la publicidad agresiva de préstamos rápidos, que promueve el endeudamiento impulsivo como una solución fácil, mientras que la ausencia de programas sociales robustos deja a las familias sin red de apoyo.



En el fondo, la causa no es la ignorancia financiera, sino algo más profundo: la desigualdad económica



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