En México, usar internet no siempre es una experiencia segura. De cada 5 personas que se conectan, al menos 1 ha sido víctima de acoso en línea, según datos del INEGI.
Esto incluye desde mensajes ofensivos hasta llamadas incómodas o contacto con perfiles falsos. Para dimensionarlo, imagina una sala de clases con 25 estudiantes conectados: al menos 5 de ellos han vivido algún tipo de agresión en internet.
Las mujeres resultan más afectadas. Una joven que solo publica fotos en redes sociales puede ser acosada por desconocidos que la contactan con perfiles falsos o le mandan mensajes incómodos sin parar. Esta es, de hecho, la forma más común de ciberacoso en México. También son frecuentes los insultos o las llamadas agresivas.
En estados como Yucatán o San Luis Potosí, el problema se intensifica: ahí, casi 3 de cada 10 personas han sufrido este tipo de violencia digital. Por el contrario, en lugares como Morelos o Tamaulipas, las cifras son menores, aunque el problema sigue presente.
Uno de los hallazgos más preocupantes es que en la mayoría de los casos, las víctimas no saben quién está detrás del acoso. Esto genera miedo e inseguridad, especialmente entre las mujeres. Muchas de ellas no solo se sienten atacadas, sino también vulnerables al no poder identificar al agresor.
Las plataformas más usadas para acosar son las que usamos todos los días. WhatsApp y Facebook, por ejemplo, fueron mencionadas con mayor frecuencia. Una mujer que recibe mensajes constantes en su celular, aunque bloquee al agresor, puede seguir sintiendo miedo o desconfianza al usar sus redes.
El ciberacoso no solo afecta emocionalmente. Las personas que lo padecen suelen pasar más tiempo conectadas, ya sea por ansiedad, vigilancia o para defenderse. Además del enojo, muchos reportaron inseguridad o desconfianza como efectos comunes. Aun así, pocas presentan denuncias: muchas prefieren bloquear al agresor o ignorar el ataque.
Hoy en día, más de 90 millones de personas en México usan internet, pero no todas toman medidas para protegerse. Aunque la mayoría usa contraseñas, muy pocos instalan programas de seguridad. En un entorno tan conectado, aprender a proteger nuestra información y pedir ayuda cuando algo no está bien puede marcar una gran diferencia.