Este fin de semana, una fuerte lluvia volvió a poner en evidencia una problemática que ya no puede pasarse por alto: la vulnerabilidad de nuestras calles ante fenómenos climáticos cada vez más intensos. En Salamanca, más de diez colonias resultaron afectadas por inundaciones, dejando a familias atrapadas en sus hogares, automóviles varados y una estela de preocupación e impotencia entre los habitantes.
Pero ¿por qué se inundan las calles? Las causas son muchas y, en gran parte, evitables. Una de las principales es la falta de infraestructura adecuada para el desalojo de agua pluvial. A esto se suma el mal estado de los drenajes, muchos de los cuales están obstruidos por basura, tierra o incluso escombros. La cultura del desecho irresponsable también juega un papel fundamental: cuando tiramos una botella o una bolsa de plástico a la calle, no pensamos que esa pequeña acción puede bloquear una coladera y causar un desastre.
Las lluvias no son nuevas. Lo que sí debería serlo es nuestra forma de enfrentarlas. La solución comienza con una mejor planeación urbana, inversión en infraestructura y, sobre todo, educación y conciencia ambiental.