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Belleza: Expresión personal o mandato social
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Belleza: Expresión personal o mandato social

Por: Fernanda Rivera
CDMX
Fecha: 17-07-2025

La industria de la belleza se ha convertido en una presencia constante en la vida cotidiana.


No se limita solo al maquillaje, las cremas o los tratamientos estéticos; abarca desde las redes sociales hasta la publicidad, pasando por la forma en que las personas se relacionan consigo mismas y con los demás.


En México, este sector ha crecido de manera significativa y ha demostrado ser un motor económico importante. Genera miles de empleos, fomenta el emprendimiento, impulsa la innovación y ha comenzado a adaptarse a demandas más sostenibles y éticas.




Sin embargo, este crecimiento no ha estado exento de críticas. La industria de la belleza también ha sido señalada por fomentar estándares estéticos difíciles de alcanzar, reforzar estereotipos de género y alimentar una cultura de la apariencia que puede derivar en inseguridades, ansiedad e incluso adicción a procedimientos cosméticos.


El culto a la imagen se ha convertido en una norma, y muchas personas, en especial mujeres, sienten que deben cumplir con una serie de requisitos físicos para ser aceptadas social, profesional o afectivamente.


La belleza, como concepto, ha dejado de ser solo un atributo para convertirse en una expectativa. En este contexto, la industria puede ser vista como una oportunidad para la autoestima y la expresión personal, pero también como un sistema que impone reglas que no todos pueden o quieren seguir.


La discusión, por tanto, no gira en torno a si es buena o mala, sino en cómo impacta realmente en las personas.


Retos del sector belleza en México




En términos económicos, la industria de la belleza representa una fuente de ingresos sólida y dinámica.


Según el análisis "Observación clave: la industria cosmética en México", publicado por Solunion México, el sector enfrenta retos como la piratería y la inflación.


La piratería afecta tanto a los consumidores como a las marcas, mientras que los costos de producción limitan la capacidad de innovación.


Estos artículos, que suelen venderse a precios considerablemente más bajos, proliferan gracias a la falta de regulación efectiva. Esta situación no solo afecta la rentabilidad de las marcas formales, sino que representa un riesgo directo para la salud y seguridad de los consumidores, quienes muchas veces no saben que están adquiriendo productos sin control de calidad ni garantía sanitaria.




A este problema se suma el impacto de la inflación en toda la cadena de producción.


El aumento en los costos de materias primas y logística ha obligado a las empresas a modificar su estructura de precios. Aunque muchas empresas buscan mantener los productos accesibles, el alza de precios ha provocado el retraso de nuevos lanzamientos y ha reducido los márgenes de ganancia.


Esta presión limita la capacidad de innovación en un sector donde constantemente se esperan novedades, ingredientes mejorados y presentaciones más atractivas.


Estereotipos, inseguridad y dependencia estética




No obstante, detrás de esta expansión se esconden dinámicas sociales que merecen atención.


A lo largo de la historia, los estándares de belleza han sido impuestos por medios de comunicación, modas o normas culturales. Hoy, estos modelos se ven reforzados por el contenido visual que domina las redes sociales, donde la piel sin imperfecciones, la silueta estilizada y la apariencia impecable son celebradas constantemente.


Esta presión puede generar inseguridad corporal, dependencia de productos o procedimientos, e incluso una visión distorsionada de uno mismo.


La cosmetóloga Fátima Queila Cárdenas Del Viento reconoce este fenómeno: "Muchas personas llegan buscando parecerse a lo que ven en redes sociales. Yo siempre les recuerdo que la piel real tiene textura, manchitas, acné? y que eso es completamente normal". Desde su experiencia, su labor no solo es técnica, sino también emocional: "Mi enfoque es ayudarlas a mejorar su piel, pero también a que se sientan bien con lo que ya son".


La maquillista profesional Diana Sánchez también ha sido testigo de esta presión. "Actualmente la mayoría de las personas buscan encajar en los estereotipos y llegan a hacerse dependientes de los servicios de belleza. Siempre busco resaltar lo que ellas quieren y que se sientan cómodas, no perfectas", comenta.


Ambas coinciden en que el maquillaje y el estilismo pueden ser herramientas poderosas para fortalecer la autoestima, siempre y cuando no se conviertan en una obligación constante.




Diversos estudios académicos han analizado cómo los estereotipos de belleza se relacionan con el género.


La investigación realizada por Jorge García Villanueva y Claudia Ivonne Hernández Ramírez en la Universidad Pedagógica Nacional mostró que la percepción de la "gente bonita" no se asocia solamente a lo físico, sino también a valores como la amabilidad, la honestidad o el respeto.


Sin embargo, se identificaron diferencias significativas entre hombres y mujeres: mientras los hombres tienden a vincular la belleza con la atracción física, las mujeres asocian este concepto con cualidades humanas y sociales.


Esto demuestra que, aunque hay una evolución en la forma en que se entiende la belleza, todavía persisten estereotipos profundamente arraigados. La publicidad sigue mostrando modelos femeninos que responden a un ideal homogéneo de juventud, delgadez y perfección, lo que refuerza la idea de que la apariencia es un requisito para el éxito.


Este modelo también perpetúa la desigualdad de género, ya que coloca a las mujeres en una posición donde el capital físico es valorado por encima de sus capacidades intelectuales, emocionales o profesionales.




El artículo "Industria de la belleza: el privilegio de ser bella y aceptada", publicado en la revista Goooya de la UNAM, plantea que este llamado "privilegio de belleza" no es necesariamente un beneficio.


Más bien, puede convertirse en una forma de opresión que condiciona la vida de las mujeres. Aquellas que cumplen con ciertos estándares reciben más reconocimiento, mientras que quienes se salen de ellos enfrentan discriminación, exclusión o invisibilización.


La industria de la belleza, en este sentido, actúa como una estructura que define quién merece ser visto, escuchado o valorado.


Un camino hacia la diversidad y la conciencia




A pesar de todo lo anterior, existen señales de cambio.


Muchas marcas están apostando por campañas más inclusivas que muestran cuerpos reales, pieles diversas y mensajes centrados en la aceptación. La conversación sobre salud mental, autoestima y belleza natural ha ganado fuerza, y hay una creciente conciencia entre consumidores sobre la necesidad de cuestionar los ideales impuestos.


En espacios educativos, también se impulsa una mirada crítica sobre estos temas, especialmente desde una perspectiva de género que permita desmontar prejuicios y promover una sociedad más equitativa.


Desde la práctica diaria, profesionales como Fátima o Diana buscan contribuir a esta transformación. "El maquillaje no se trata de verse perfecta, sino de disfrutar el proceso, sentirte segura y conectar contigo misma", dice Fátima.


La industria de la belleza no es estática, y su evolución depende en gran parte de las decisiones que toman tanto las empresas como los consumidores.


Cuestionar los ideales impuestos, buscar alternativas más saludables y promover la diversidad son pasos necesarios para transformar un sector que, aunque poderoso, también debe ser más responsable.




La belleza no debe ser una imposición, ni una condición para ser valorado o reconocido.


Aunque la industria de la belleza ofrece herramientas útiles para el cuidado personal, el bienestar emocional y la expresión individual, también puede convertirse en una fuente de presión, exclusión y desigualdad si se basa en estereotipos rígidos o expectativas irreales.


El problema no es maquillarse, usar cremas o hacerse un cambio de imagen, sino sentir que uno está obligado a hacerlo para encajar.


 La verdadera transformación ocurrirá cuando la belleza deje de ser un requisito y se convierta, simplemente, en una posibilidad. Una posibilidad libre, respetuosa y para todas las personas, sin importar su edad, color de piel, cuerpo o género.


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