En Oaxaca, jóvenes empiezan a probar alcohol y otras drogas mucho antes de cumplir la mayoría de edad. La Encuesta Estatal sobre Riesgo y Protección para el Consumo de Drogas (ERPCODA) registra promedios de inicio cercanos a 13.9 años para alcohol, 14.3 para tabaco y 14.4 para marihuana; las drogas sintéticas y medicamentos sin receta aparecen aún más temprano, alrededor de 13.0 - 13.2 años.
El estudio incluye también las diferencias de contexto: el primer consumo suele ocurrir en fiestas y bares (19%), y con amigos que consumen, lo que sugiere que el espacio social influye más que la geografía pura.
A nivel de sustancias, las metanfetaminas (cristal) son las más accesibles para adolescentes en zonas con mayor pobreza y menor control sanitario. En el Istmo de Tehuantepec ese panorama se vuelve tangible; donde se suman dinámicas recientes incluidos los cambios vinculados a megaproyectos y disputas territoriales que incrementan la presencia de mercados ilícitos.
Su uso se ha generalizado entre jóvenes de 13 a 17 años, y que su bajo costo y fácil distribución aceleran la dependencia y la vinculación temprana con delitos.
Los factores que explican este inicio precoz son múltiples; fiestas comunitarias y rituales donde el alcohol está normalizado, tolerancia familiar por padres consumidores, ambientes escolares con poca prevención y acceso a redes de venta locales.
Estos promedios reflejan un patrón de exposición en la preadolescencia que exige atención inmediata, pues incrementa el riesgo de toxicidad, dependencia precoz y consecuencias sociales graves.
Aunque hay respuestas locales, son insuficientes frente al aumento nacional de anfetaminas, metanfetaminas y drogas sintéticas. En el Istmo de Tehuantepec la mayoría de los municipios carecen de centros gratuitos, programas preventivos o personal capacitado para adicciones en adolescentes. Ante esta ausencia, muchas familias enfrentan la adicción de sus hijos sin herramientas ni recursos. El consumo de estas sustancias fractura la vida doméstica, genera violencia y aísla al menor, volviéndolo blanco fácil para redes criminales que aprovechan su vulnerabilidad.