La madrugada de este viernes, Rusia lanzó un total de 539 drones kamikaze (principalmente del tipo Shahed) junto con 11 misiles contra Kiev, en Ucrania, lo que constituye la ofensiva aérea mayor registrada contra la ciudad desde el inicio de la invasión en 2022.
Las defensas ucranianas interceptaron entre 478 y 488 de estos aparatos, aunque varios lograron alcanzar objetivos civiles y militares.
El ataque provocó la muerte de una persona y entre 23 y 26 heridos, además de daños considerables en infraestructura viviendas, escuelas, estaciones de transporte y consulados, entre ellos el de Polonia en Kiev y el de China en Odesa.
El bombardeo fue precedido por una llamada telefónica de Donald Trump a Vladimir Putin, sin avances hacia un alto el fuego. Posteriormente Trump también habló con Zelensky, prometiendo "revisar" el envío de sistemas de defensa aérea a Ucrania.
Líderes internacionales, incluyendo a Zelensky y responsables de Ucrania, han instado a reforzar la defensa antiaérea y a implementar sanciones adicionales contra Rusia.
Este ataque es una demostración intencionada de la capacidad rusa para lanzar arsenales masivos y presionar las defensas ucranianas. El hecho de que coincida con la llamada entre Trump y Putin sugiere una estrategia política diseñada para socavar cualquier intento diplomático. El alto número de drones usados denota un cambio táctico significativo: Rusia intenta saturar las defensas aéreas mediante gran volumen y así causar más daños.
Ucrania está urgida a buscar sistemas avanzados, como los Patriot, y tiene dificultades con la cadencia y stock de entregas occidentales. EEUU ha pausado envíos de ciertos armamentos, lo cual ha generado alertas entre aliados europeos.