En las profundidades del Área Natural Protegida de Ocampo, Coahuila, arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) realizaron un hallazgo tan impresionante como delicado: un antiguo sitio de entierro perteneciente a las culturas del desierto, con al menos 500 años de antigüedad
Todo comenzó con una denuncia ciudadana que alertó sobre el saqueo de restos humanos, lo que activó un operativo de exploración que terminó por revelar uno de los conjuntos mortuorios más significativos de la región norte del país.
La entrada a la cueva era apenas visible entre la vastedad de las montañas. A través de un tiro vertical de apenas 50 centímetros de ancho, el arqueólogo Yuri de la Rosa y un equipo especializado en espeleología descendieron por dos niveles hasta llegar a una cámara semicircular, donde encontraron restos humanos mezclados con textiles y objetos rituales.
A pesar del daño causado por el saqueo, el sitio conserva huellas clave para comprender cómo vivían -y cómo morían- los pueblos cazadores-recolectores del desierto
¿Qué encontraron?
Fragmentos de sogas, utilizadas por los antiguos habitantes para ingresar a cuevas profundas durante sus rituales
Este descubrimiento recuerda la importancia de sitios como la Cueva de la Candelaria, explorada hace más de 70 años, que cambió la manera en que entendemos las culturas del norte de México.
Sin embargo, el contexto actual obliga a actuar con rapidez: los saqueos continúan poniendo en riesgo un legado que no se puede reemplazar.
Por eso, el INAH decidió rescatar y trasladar los vestigios al Museo Regional de La Laguna, en Torreón, donde serán analizados, protegidos y eventualmente exhibidos.
Lo que sigue
Más allá de lo arqueológico, rescatar este conjunto mortuorio significa reconocer el valor sagrado de un espacio que fue violentado. Cada fragmento recuperado es una voz del pasado que merece ser escuchada con respeto.
En palabras sencillas: entender quiénes fuimos es también proteger quiénes somos.