A través de una terapia integral acuática comunitaria para la rehabilitación de menores con discapacidad o afectaciones físicas, se dimensiona sobre el cuidado a nivel social, la concepción de autonomía desde la socialización; pero también se refuerza el compromiso y la confianza parental.
"Se da ese acercamiento entre padres e hijos que muchas veces por el día a día, por las crisis que los pequeños tienen, van perdiendo esa motivación y calidez, creyendo que la educación es meramente conductista, y se van olvidando de esta parte amorosa, de integración", resaltó Humberto Merino Hernández, Psicólogo, practicante de la terapia integral acuática comunitaria.
La propuesta de terapia comunitaria en el agua concibe que, para el desarrollo integral de los menores, el trabajo debe ser interdisciplinar, desde especialistas en educación, en rehabilitación física o fisioterapeutas, psicólogos e incluso neurólogos.
"Podemos estimular áreas cerebrales para poder lograr una mejor sinapsis, mejores condiciones de vida; hay quienes incluso adquieren lenguaje; este es un apoyo extra a todo lo que se pueda hacer dentro del proceso", enunció Merino.
"Lo sensorial se trabaja con el estado del agua, se estimulan las conexiones neuronales, se aborda el trabajo psicomotriz tanto fino como grueso; el trabajo de los dos hemisferios, tanto izquierdo como derecho, pero también la parte afectiva y de la seguridad" detalló José Luis Gálvez Pacheco, Maestro, practicante de la terapia integral acuática comunitaria.
Se refuerza el sentido de comunidad, para la aprehensión de valores y habilidades de convivencia; el involucramiento de los padres o cuidadores primarios permite el fortalecimiento de vínculos y de su comunicación, además motiva su confianza para el desarrollo autónomo de los niños
"Trabajamos también con la seguridad de los papás, porque a veces tenemos miedo a que les haga daño; pero cómo les vamos a transmitir esa seguridad y confianza a nuestros niños en esas condiciones, si nosotros como papás necesitamos primero esas terapias", precisó Gálvez Pacheco.
"Veíamos en las primeras sesiones, cuando empezaron a llegar los pequeños que cuando nosotros ingresamos, para trabajar con el pequeño nos costaba mucho, les transmitimos ese miedo, entonces lloraban, o se aferraban y no permitían hacer el ejercicio; pero cuando el doctor Alejandro hacía la labor era diferente, porque con mucha confianza tomaba su cabeza y los comenzaba a guiar", describió Merino Hernández.
El desarrollo en comunidad termina siendo un espacio para la coincidencia de realidades y de terapia a padres o cuidadores, que no han terminado de comprender la discapacidad con la que conviven.